La semana que paso sirvió para demostrar
que en el Perú aun somos (muy) intolerantes con las ideas o personas que no son
a nuestra imagen y semejanza (algo así como: si no estás
conmigo estas contra mi) tremendo quilombo que se armó al debatirse en la
comisión de justicia del Congreso la Ley de la Unión Civil.
Este
¿debate? elevo (claro está por los anti unión civil) a la categoría de héroes
nacionales a los Congresistas que votaron en contra del dictamen, entre ellos 2
arequipeños (con orgullo para algunos, no para mi) Juan Carlos Eguren y Marco
Falconi; mención aparte un inteligentísimo Padre de la Patria, cuyo nombre no
vale ni siquiera la pena mencionar, que invoco a Hitler, si al mismísimo
genocida para justificar su voto en contra.
Argumentos para rechazar el dictamen existen
varios, uno de ellos es “La ley natural” Esa es la razón, para muchos, por la que hay que
condenar a los homosexuales. El problema es que la ley natural no es parte de
la legislación peruana, porque esta es una república liberal (el hecho que la
mayoría sea católica, no quiere decir que el estado lo sea) que se rige por el principio de que la persona es el fin
supremo de la sociedad. No la religión, no las creencias, sino la persona. Otros
tienen derecho a ser creyentes, pero no tiene derecho a obligarme a creer lo
que sea, y eso incluye la noción de ley natural, que un mínimo de conocimiento
histórico demuestra que jamás ha incluido el tabú de la homosexualidad en los
términos que las iglesias cristianas quieren plantear ahora.
Para
un grupo (desgraciadamente grande) los
homosexuales no son personas como todos y por eso no hay mal en que el Estado y
la sociedad los discriminen un poco. ¿Por qué? Porque “amenazan” a
“la familia”, a “los niños” y ofenden a “Dios”, como asegura el cardenalCipriani,
claro que el Cardenal olvida que algunos sacerdotes también ofenden a Dios
siendo pedófilos, si el sexo entre hombres (o mujeres) preocupa a algunos,
al menos eso es de mutuo acuerdo. Para violar y discriminar sin inmutarse hay
que despojar de su humanidad a los objetos para no sentir identificación ni
empatía. Nada menos que eso.
Lo
único que busca(ba) la Ley de Unión Civil era otorgarles un mínimo de
protección a quienes hoy no la tienen. Oponerse a algo tan elemental como eso
recuerda a cuando se le negaba el derecho a votar a las mujeres o indios. O
cuando se le negaba derechos humanos básicos al negro.
La
lucha por los derechos de minorías discriminadas no ha sido sencilla en ningún
lado, pero hay que darla hoy en
el Perú en el marco de un esfuerzo que tomará tiempo y en el que habrá que
vencer al prejuicio.
Para
finalizar, cito una artículo de Rosa María Palacios :¿Pensarán los 7
congresistas que el votante “anti-mariconadas” lo aplaudirá y lo alzará en
hombros hasta el olimpo del poder? ¿Pensarán que su nombre no será recordado en
una patética nota a pie de página en la
historia que leerán con asombro y entre risas nuestros nietos? ¿Pensarán
en el dolor de miles de personas reales que necesitan un reconocimiento de una
realidad que hace años existe entre nosotros y que no tiene protección
jurídica? ¿Pensarán los señores congresistas de la pomposamente llamada
“Comisión de Justicia”, alguna vez, en la justicia?.
do a una expresión poética diseñada para un
público lector culto. El yaraví es en sí una forma cultura heterogénea o
mestiza, que mezcla elementos de la cultura europea con elementos de la cultura
precolombina. Los yaravíes de Melgar añaden otro elemento de heterogeneidad:
mezclan elementos de la cultura oral / popular con elementos de la tradición
literaria de la élite.
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