Es imposible no tararear el
estribillo de una canción publicitaria de una empresa aseguradora “pase lo que
pase, todo va a estar bien” y esto coincide con lo que indica la Psicoterapeuta
chilena Pilar Sordo, la gran mayoría de las personas nos pasamos la vida
dividiendo nuestra postura frente a la felicidad en dos grandes bloques. Uno de
ellos plantea que no se puede ser feliz
hoy, porque en el pasado, hace 5, 10 o 15 años nos liquidaron la vida
imposibilitando la decisión de ser feliz hoy.
El otro plantea que seré feliz
“cuando”… cuando me case, cuando pague las deudas, cuando tenga casa propia,
cuando me suban el sueldo, etc, voy a poder ser feliz.
Pensando en esto, es que surge
la pregunta que decimos desde niños y que nos aleja del disfrute del presente.
Esa pregunta es “¿Cuánto falta?”.
¿Cuánto falta para que quedes
embarazada?, ¿Cuánto falta para que te cases?, ¿cuánto falta para que tu hijo
camine, controle esfínteres?, ¿cuánto falta para que salga del colegio? (no nos
damos cuenta que nos pasaremos la vida recordando esos días como seguramente
uno de los más felices de nuestras vidas).
¿Cuánto falta para ser
independiente e irme de la casa de mis padres?, perdiendo la capacidad de
disfrutar del estar y agradecer a quienes nos dieron la vida.
Sin duda alguna las metas son
importantes, pero por estar educados sólo para las metas, dejamos de mirar el
camino, se nos olvida el proceso y con ellos perdemos la maravillosa
posibilidad de conectarnos con lo único que tenemos que es el presente.
Pareciera que toda nuestra
vida está conectada con el futuro, con pensar que llegara el día en que
estaremos plenos y felices y que lo que vivimos hoy es sólo una inversión para
aquellos tiempos que evidentemente no sabemos si llegarán.
Tenemos seguros de vida,
ahorros que aunque no sean muchos, pretenden protegernos de aquel futuro al
cual le tenemos tanto miedo.
Si uno piensa al final del
día, estamos gobernados por una educación del miedo que nos hace sentir que si
tenemos cosas y cultivamos lo de afuera tendremos más controlado ese futuro y
ese ¿cuánto falta?, se nos hace predecible y conocido y por lo menos un poco
más positivo.
La verdad es que con el paso
de los años uno descubre que lo único que debiéramos cultivar son los afectos y
que son estos los que nos van a asegurar un futuro contenido y protegido.
Ese ¿Cuánto falta?, debiéramos
eliminarlo y aprender a disfrutar del camino, de ese presente que no observamos
y que nos hace perder tanta información sobre la vida y generalmente de lo más
importante.
Estamos llenos de cosas
urgentes, pero de pocas importantes y estás están sucediendo justo mientras nos
preguntamos esa pregunta que hoy manda a la reflexión.
Tengamos en cuenta cuantas
veces al día, nos preguntamos cosas que no están en el presente, sino en un
futuro cercano o lejano. Cuantas veces al día estamos en otro lado, en otro
lugar, con otras personas distintas a las que tenemos al lado en ese presente
que debemos reconocer y agradecer todos los días.
Seguramente descubriremos que
por ejemplo cuando conducimos un auto no estamos conectados con lo que hacemos
sino que pensamos en lo que vamos a hacer cuando lleguemos al lugar o después
de ello. O cuando estamos en la ducha, que no estamos disfrutando del agua y
del placer de ese momento y si estamos pensando en todo lo que tenemos que
hacer después de ello. Siempre puestos en el futuro y el presente casi
desvanecido.
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