Con la temprana muerte de la joven
chilena de 14 años Valentina Moureira de un cáncer terminal, quien se hizo
famosa por solicitar a la Presidenta Bachelet permiso para que le pusieran una
inyección letal y se librara del sufrimiento que la aquejaba, nuevamente se
pone en agenda el tema de la eutanasia.
La
Eutanasia es
la acción u omisión que acelera la muerte de un paciente desahuciado, con o sin su consentimiento (como es
el caso del coma), con la intención de evitar sufrimiento y dolor. La eutanasia está asociada al final de
la vida sin sufrimiento.
Argumentos
en favor de la eutanasia:
El argumento de la pobre
calidad de vida. Aquellos que defienden la eutanasia,
argumentan que en algunas circunstancias vivir es peor que morir, ya que el
dolor y el sufrimiento causado por una enfermedad terminal pueden hacer la vida
tan agonizante y difícil de llevar que la muerte puede parecer un "acto
humanitario" y se considera racional que el médico ayude al suicidio como
una forma de morir con dignidad. Para el enfermo terminal, el sufrimiento
puede ir más allá del dolor como resultado de las condiciones en que se
encuentra y estas hacer la vida insoportable, como por ejemplo: la progresiva
pérdida de movimiento y actividad, la pérdida de libertad asociada con la
dependencia de otros, molestias físicas como náuseas, vómitos o disnea, la
incapacidad de tragar o de hablar, el miedo a morir, la incontinencia, la
debilidad, la pérdida de la dignidad personal, la demencia. La vida
pierde toda calidad y significado, de forma que la muerte es preferible.
El argumento del respeto de la
autonomía del enfermo. Los defensores de la eutanasia
consideran que el respeto por la autonomía de las personas requiere el
reconocer su derecho a decidir cómo vivir sus vidas. Esto incluye el proceso de
la muerte y la habilidad de elegir el destino propio. De tal forma que se
propone el derecho de evitar el sufrimiento intolerable ejerciendo un control
sobre la forma de morir. Lo que está en juego es ser libre para tomar
responsabilidades sobre la propia vida, parte de la cual la constituye la
muerte. Cada persona tiene un nivel de tolerancia para el sufrimiento y por
tanto no existe una respuesta objetiva que se pueda aplicar a todos acerca de
cuándo la vida se hace insoportable. Por ello es necesario que el paciente se
manifieste ejerciendo su autonomía. Algunos autores creen que existe el derecho
a cometer suicidio y que no debe haber restricciones irrazonables sobre la
forma en que uno puede ejercer este derecho. El Estado no tendría derecho a
privar al paciente de su libertad de quitarse la vida. Battin ha argumentado
que existe un derecho fundamental al suicidio, pero no hay igualdad en su
distribución. El derecho del paciente a la autodeterminación ha sido un
argumento central en favor de la eutanasia. Pero a menudo se asume, sin argumento,
que esto implica el derecho del paciente a pedir que otra persona intervenga en
su ayuda para procurar la muerte. Un enfermo terminal puede no ser capaz
físicamente por sí solo de ejercitar la opción del suicidio. Se considera que
los enfermos terminales serían discriminados a causa de su incapacidad, ya que
las personas con capacidad física sí tendrían la opción. Se disminuiría además
la ansiedad en futuros pacientes si saben que existe la posibilidad de que un
médico les asista en el suicidio. Además, hay que considerar que aun con un
adecuado cuidado paliativo hay casos en que no es posible evitar el dolor.
El argumento
del principio de beneficencia o tener compasión por
el que sufre. El médico actúa bajo el principio de beneficencia para aliviar el
dolor y el sufrimiento de pacientes terminales. Bajo esta forma de pensar, la
eutanasia es considerada un acto virtuoso. El no abandonar al enfermo ha sido
parte del cuidado tradicional ejercido por el médico. Se juzga que el que el
médico asista al enfermo en su suicidio es una forma de ejercer el principio
ético de no abandonarlo. Hoy día, los médicos son considerados los candidatos
lógicos para buscar ayuda en el morir, ya que para muchos enfermos terminales
el asistir en la muerte es considerado como una extensión del rol del médico de
aliviar el sufrimiento y como una forma de ejercer su cuidado, consistente con
la profesión.
Tenemos la responsabilidad y el deber de
cuidarnos los unos a los otros hasta el final de nuestra vida. Debemos
distinguir entre poseer algo como la vida y el hecho de poder asumirla. Nuestra
vida la hemos recibido, no es un objeto que podamos poseer, más bien somos
responsables de lo que hacemos con nuestra vida, somos capaces de tomar
opciones y esta posibilidad nos hace ser capaces de asumir nuestra vida. Somos
seres personales vivientes pero no poseemos nuestra vida como si fuera un
objeto.
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